Este documental, el
tercero de los cinco presentados en Invisibles, requirió arduo trabajo de
campo, pues los realizadores debieron trasladarse a África, más exactamente al
norte de Uganda y empezar a hacer el recorrido por los lugares donde se
refugian los niños en la noches para no ser secuestrados y los centros donde se
rehabilitan quienes estuvieron en la guerra. Es una labor que seguro requirió
mucho tiempo y dinero para poder acercarse a esos lugares.
Quienes realizaron este
trabajo, debieron solicitar permiso al gobierno para hacer la investigación y
luego de esto convencer a los niños para que hablaran de su experiencia. A
parte de esto acercarse a los lideres de los refugios y centros para que
comentaran de su trabajo y todo lo que se vive en estos sitios a causa de la
guerra y los secuestros de menores para la misma.
Otro aspecto importante en
el que tuvieron que tener mucho cuidado y tacto los investigadores, fue el
psicológico, pues no es fácil lograr que un menor de edad hable de esas
vivencias tan traumáticas y menos delante de una cámara. Debe ser muy
complicado conseguir que se suelte y hable con naturalidad de todo, porque no
cualquiera luego de ver como asesinan a su familia, ser secuestrado y obligado
a matar es capaz de ser coherente al contar su historia. Por eso hubo mucho
tiempo de conversaciones previas a la grabación.
Seguramente las personas
que hicieron el documental, fueron muchas veces a Uganda, para recolectar
testimonios y datos sobre lo que sucedía, así mismo podían avanzar en cómo
quería mostrar esta realidad que para muchos en el mundo es desconocida y cómo
los derechos humanos no son respetados en este lugar, más cuando de niños se
trata, pues son los preferidos por los rebeldes de LRA para llevar a la guerra.
Un trabajo como el logrado
en Buenas Noches, Ouma; requiere de muchos meses de investigación, de
entrevistas, de recolección de información. Un análisis consciente de
situaciones de vulnerabilidad de la infancia y su uso en las guerras del mundo;
pues es algo que sucede en todas partes, en unos lugares
más que en otros y con condiciones atroces como las que se presentan en Uganda.
Este tipo de realizaciones
deberían tener mayor difusión, más en países en donde se vive este flagelo para
que se inicien luchas en contra de este tipo de comportamiento por parte de
rebeldes y se excluya a los niños de los conflictos armados, y si es posible la
guerra sea abolida.
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